Estrés
Estrés y memoria
El
estrés es uno de los problemas más comunes que aquejan a la población actual,
su presencia altera numerosos procesos fisiológicos y patrones conductuales
normales del individuo. En los seres humanos y en modelos experimentales en
roedores y primates no-humanos, se ha mostrado que el estrés afecta el
aprendizaje y la memoria, altera los patrones normales de sueño, contribuye a
la etiología y exacerbación de enfermedades y se relaciona con el inicio y
mantenimiento de conductas adictivas. Las situaciones estresantes activan el
eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal y aumentan los glucocorticoides y
catecolaminas para mantener la homeostasis. Tanto en los animales y en el común
estrés psicosocial humano, en la primera etapa de la reacción de alarma la
memoria aumenta o disminuye por las hormonas del estrés: aunque los
glucocorticoides incrementan consolidación de memoria, el efecto de la
corticosterona y la adrenalina en la amígdala baso lateral y en el hipocampo
deterioran la memoria. En una prueba de recordar palabras positivas, negativas
estresantes y neutrales, las emotivas negativas o positivas se afectan, no así
las neutrales. El estrés psicosocial afecta memoria de trabajo y atención.
Situaciones emotivas estresantes que conducen a trastorno de estrés postraumático
(TEPT) con ansiedad extrema, afectan las memorias explícita e implícita. El
trastorno de estrés postraumático genera hipertensión arterial sistémica,
polipnea, aumenta la tensión muscular (congelamiento en la rata) y sensación de
miedo, todo ello en asociación con la amígdala, cuyos mecanismos incluyen
condicionamiento y potenciación a largo plazo (LTP). El hipocampo, las cortezas
prefrontal, y del cíngulo, estructuras que forman parte del sistema límbico,
participan en los mecanismos que generan alteraciones de la memoria en sus
varios aspectos. La aplicación de este conocimiento puede ser útil en preservar
mecanismos de memoria en situaciones de interés personal prioritario, como en
un examen escolar, una entrevista profesional, etc. Un trastorno de memoria muy
posiblemente debido a situaciones estresantes es el llamado amnesia transitoria global,
entidad benigna de etiología hasta ahora no precisa. Es un evento dramático con
amnesia anterógrada, que revierte en 24 horas, sin secuelas ni recurrencia.
Varios factores de riesgo han sido mencionados en la posible etiología, todos
relacionados con actividad en la porción medial del lóbulo temporal, incluyen:
trastorno vascular venoso, epilepsia y migraña, aunque hasta ahora no hay
evidencia que apoye con precisión a alguno de ellos; este trastorno de memoria
podría ser desencadenado por un episodio de estrés agudo.
Ansiedad
Identificar los factores de
riesgo asociados a la psicopatología del niño y el adolescente es uno de los
objetivos prioritarios de la investigación epidemiológica. La utilidad de estos
datos se pone de relieve al considerar sus posibles aplicaciones en el ámbito
de la salud mental: generar hipótesis explicativas sobre la etiología de los
trastornos infantiles, realizar una detección temprana de los grupos de riesgo
y elaborar planes de prevención que eviten el desarrollo de patologías más
severas o su mantenimiento hasta la etapa adulta. Aunque se ha observado que
los perfiles de riesgo pueden variar en función de la fuente de información y
de la estrategia seguida por el investigador para clasificar los casos
(Fitzmaurice, Laird, Zahner y Daskalakis, 1995; Oxford et al., 1996), la
influencia de algunas variables sociodemográficas como el sexo, la edad, el
nivel socioeconómico o la estructura familiar sobre la prevalencia de ciertas patologías
se encuentra bien documentada en la bibliografía. De momento, parece demostrado
que los trastornos de conducta y los de eliminación ocurren con mayor
frecuencia entre los varones más jóvenes, mientras que los trastornos
emocionales (ansiedad, depresión) tienden a predominar entre las mujeres,
especialmente durante la adolescencia Un bajo nivel socioeconómico, convivir con
un único padre y el fracaso escolar se han encontrado preferentemente asociados
a los trastornos por conductas perturbadoras la situación familiar pos divorcio
ejercía una notable influencia sobre algunos trastornos emocionales; efecto que
se mostraba independiente del temperamento previo del niño y de otros factores
educacionales, pero que variaba en función del sexo. Concretamente, estas
autoras hallaron que, en comparación con los hijos de familias intactas, los hijos
varones de padres divorciados que vivían sólo con la madre presentaban un alto riesgo
de sufrir depresión, pero este efecto no se confirmó en las mujeres. En contraposición,
en el grupo de familias rehechas, caracterizadas por la presencia de un
padrastro, se observó un riesgo muy elevado para los trastornos de ansiedad y
depresión en las mujeres, pero no en los varones.